miércoles, 27 de julio de 2011

CAPÍTULO NUEVE.

Entré a casa lo más sigilosamente que pude, pues no quería que me echaran la bronca por llegar tan tarde, hacía una hora larga que había salido de atletismo.
Menos mal, no había nadie.
Fui a la cocina porque necesitaba un bol de mi querido helado de leche merengada. Subí las escaleras que conducían al piso superior y me encerré en mi habitación.
Cuando llegué, bajé la persiana, pues no quería que me viera el vecino de enfrente ni su primo.
Intenté llamar a Erica, pero no me lo cogió pues saltó el buzón de voz.
Fui a darme una ducha, a ver si me despejaba. Mientras puse la radio, así me animaría, o eso suponía.
Suena Broken strings de James Morrison.
Siempre que estás triste suenas canciones tristes en la radio. Era la ley de Murphy.
Hice caso omiso y entré en la ducha. Lo peor es que siempre que lo hago me da por pensar.
Pensaba mucho en todas las cosas que me habían pasado hoy.
Había conocido a un chico fantástico: muy simpático, guapo y había algo entre nosotros.
Entonces apareció Erik, mi gran primer amor. Ese elemento que yo creía que había olvidado.
Lo más extraño era que ambos eran primos y por poco no me había besado con ellos el mismo día. Para ser exactos, en menos de una hora.
Hablando en plata, me sentía como una guarra.
De repente, oí que me llamaban al móvil, así que salí hacia mi habitación medio enjabonada y enrollada en la toalla.
-¿Dígame?-pregunté.
-¡Me!-contestó Erica.
-Muy graciosa Eri…
-Lo sé, lo sé… Pero no te he llamado por eso. Tengo una perdida tuya-prosiguió-. Si te parece bien, me paso por tu casa y hablamos, que yo te tengo que contar una cosa.
-Me parece estupendo-dije.
Colgó. Era una bonita manía suya; colgar sin despedirse.
Empecé a secarme el pelo. Mientras, en la radio sonaba A contracorriente de El Canto del Loco.
Eso mismo estaba haciendo yo, ir a contracorriente.


Minutos antes, en la casa de delante, Erik y Diego empezaron a hablar sobre  Estaban en el balcón, mirando hacia la casa de Inés, fumándose un cigarro.
-Y qué Diego, ¿ya has decidido lo que vas a estudiar el año que viene en la universidad?-preguntó Erik.
Diego tiene dieciocho años, y se había tomado un año “sabático de estudios” porque se puso a trabajar para poder pagarse a la universidad.
Sus padres eran muy raros. Les salía el dinero por las orejas, pero querían que su hijo perdiera un año de estudios para que aprendiese que “las cosas hay que ganárselas,  porque no siempre te van a sacar las castañas del fuego tus padres”.
-Sí, a demás lo tengo muy claro. ¡Estudiaré fisioterapia!-dijo, muy entusiasmado.
Hubo un breve silencio. Entonces Erik estalló en carcajadas.
-Primo, ¡tú sí que sabes! Dicen que en ese trabajo se liga mucho con mujeres muy guapas y muy ricas.
No has cambiado nada, primo-pensó Diego-. Siempre había sido igual de materialista con las mujeres.
Diego le pegó dos caladas más al cigarro y lo tiró para entrar en su casa. Erik le siguió.
-Diego… ¿Cómo has conocido a Inés?-preguntó Erik, receloso.
-Pues resulta que iba a inscribirme a la pista de atletismo que hay por aquí cerca. ¿Sabes de cual te hablo?
Erik asintió con la cabeza.
-Pues tropezó conmigo, me cayó bien y la invité a un café. Luego descubrimos que éramos vecinos. Gracioso, ¿verdad?
-Sí, mucho-murmuró-. ¿Y cómo es que ha acabado en tu casa?-preguntó, en voz más alta.
-Pues llovía a cántaros y le dije que si quería entrar-dijo-. ¿Celoso de que me la haya ligado?
-¿Yo? ¡Pero qué cosas dices! Por mí como si empezáis a salir juntos, ¿sabes?
Mientes-pensó Erik, en su fuero interno.
-Hablando de salir… ¿Qué ha pasado con tu novia? ¿Estás bien tío?
-¿María? Bah, eso ya es agua pasada-dijo, Irremediablemente, pensó en Inés.
Luego, los dos primos empezaron a organizar la habitación de Diego, ya que estaba hecho todo un desorden por la reciente mudanza.
-Oye, Diego: habíamos pensado Erica y yo en hacerte como una fiesta de bienvenida, para que conozcas a la gente de aquí y eso. ¿Qué te parece?
-Me parece muy bien-dijo, mientras colocaba unos libros en la estantería-. ¿Cuándo?
-No te preocupes por eso, es una sorpresa.
Ninguno de los dos sabía a ciencia cierta como se iban a sorprender en esa fiesta.

jueves, 14 de julio de 2011

CAPÍTULO OCHO.

Salí a tientas de la habitación, pues todo estaba muy oscuro.
Las probabilidades de caerme eran directamente proporcionales a las veces que tocaran el timbre, pues me ponía histérica; estaba “tocando” la canción de La Cucaracha con él.
Al fin pude encontrar el pomo de la puerta, y la abrí, lentamente.
Nunca, y cuando digo nunca es nunca, podría llegar a imaginar que Erik, nada más y nada menos que él, estaba llamando a la puerta. Mira que intentaba olvidarme de él por todos los medios, pero siempre lo tenía alrededor.
-Oye tío, ¿por qué tardabas tanto? Estoy ca…-dijo Erik, seguida de su cara de asombro-. ¿Inés? ¿Qué haces tú aquí?-preguntó, mirándome de arriba abajo, sorprendido.
-Yo… Eh…-no supe que decir. Seguramente si le decía que había venido a casa de Diego para guarecerme de la lluvia, no se lo creerá gracias a mi atuendo y a mis mejillas sonrojadas.
Entonces, por arte de magia, apareció Diego, sin camiseta como antes y sujetando una vela encendida.
-¡Eh, primo! ¿Que haces tú por aquí?-dijo Diego.
¡¿Primo?!
-Venía a saludar, pero si interrumpo algo...-dijo Erik, dudoso.
-¡Pero que vas a interrumpir hombre! Venga, pasad los dos al salón mientras yo busco más velas que encender. No os tropecéis, ¿eh?
Instantes después, estábamos los dos en el sofá del salón de casa de Diego.
-No sabía que Diego y tú fueseis primos-comenté yo.
-Ni tú que conocieras a mi primo-me contestó, con cierto tono de reproche.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes…-murmuré.
Creo que jamás había estado tan incómoda. Estaba en una habitación a la luz de las velas con el chico del cual me había enamorado hace dos años y, sin lugar a dudas, aunque lo negara, seguía sintiendo cosas por él. Y Erik estaba tan sumamente guapo con la luz de las velas…
Pero no debía pensar eso. Puede que siguiera queriéndolo, pero e tenía que olvidar de él, ya que tenia novia y a mi me ignoraba.
-¿Cómo te has hecho esto Inés?-dijo Erik, señalando a mi muñeca.
-¿Esto? No sé, creo que me he girado la muñeca cuando me cambiaba en le vestuario del atletismo.
Entonces me cogió la mano y estuvo girándola suavemente.
-¿Si hago esto, te duele?-preguntó él, mientras seguía moviendo mi mano.
-¡Oh, sí!-exclamé.
-¡Lo siento!-dijo-Por lo poco que sé, tiene pinta de esguince, pero será mejor que vallas al médico.
-¿Enserio?-pregunté, horrorizada. Estaba de exámenes finales, y no me apetecía tener un cabestrillo.
-Si quieres, cuando amaine la tormenta, te acompaño.
-Muchas gracias Erik… No pienses que soy una maleducada, ¿pero y esa amabilidad repentina?
Hubo un breve silencio.
-Sí, tienes razón… Creo que intento buscar cualquier cosa para no tener que pensar en María...-susurró, cabizbajo- Me ha dejado-prosiguió, mientras una lágrima se le escapaba de los ojos.
Era la primera vez que veía a Erik llorar. Siempre parecía tan duro y seguro de sí mismo…
No pude resistirme a la idea de abrazarle, así que le abracé. Muy fuerte. Y él me correspondió.
-Lo siento mucho Erik…-conseguí murmurar-¿Cómo ha sido eso?
-Me ha dicho que se merecía algo mejor. La verdad, no sé que le he hecho para merecerme algo así-dijo, medio sollozando.
Entonces, se separó de mí y me miró. Me tiró el mechón de pelo que tenía en los ojos y, poco a poco, se iba acercando a mi.
¿Porqué cuando te hacen falta no existes para ellos y cuando tú quieres que no existan, van hacia ti?-pensé.
-Para, para… ¿Qué haces, Erik?-le dije, mientras empujaba mis manos suavemente sobre sus hombros.
-¿Cómo que qué hago?-preguntó, sorprendido-Tu me gustas, yo te gusto. Aquí nadie nos puede molestar. ¿Por qué no, Inés?
Tarde-pensé-, ahora es demasiado tarde.
-¿Cómo que nadie nos puede molestar? ¿Que hay de Diego?
-Bah, él no nos molestará, créeme-dijo Erik, restándole importancia.
Si tú supieras-pensé yo.
Erik se volvió a acercar más rápido que antes,. Pero yo le conseguí esquivar.
-¿Has estado bebiendo, Erik?-pregunté, mosqueada.
-Solo han sido un par de quintos.
-Sí claro, un par detrás de otro. Así no Erik, así no se hacen las cosas.
No aguantaba más esta situación. Ya no llovía tanto, así que subí al piso de arriba, a la habitación de Diego a cambiarme. Aun estaba la ropa un poco húmeda, pero me daba igual.
Me despedí de Diego, que estaba abajo esperándome, aunque no le hice mucho caso.
Ahora mismo lo que quería era llegar a mi casa, poner mi CD de Dani Martín y llamar a Erica.

domingo, 10 de julio de 2011

CAPÍTULO SIETE.

Entrábamos a la cafetería que estaba al lado de la pista de atletismo. Nos sentamos en la mesa que estaba al lado de la ventana. Era mi sitio preferido, pues el río se veía perfectamente desde allí.
Me pedí un capuccino y él se pidió un zumo de coco y piña. Solo con pensarlo se me hacía la boca agua.
Primero, estuvimos hablando a cerca de los precios, los horarios y de Felipe, el entrenador.
Recordé que Diego era nuevo en el barrio, así que cuando salíamos de la cafetería le pregunté:
-Oye Diego, ¿por donde está tu casa?
-Mi casa… Mira, ¿ves esa de ahí blanca? Pues la que está justo en frente es la mía.
Miré las indicaciones que me daba Diego.
No podía ser verdad. No podía ser ESA casa blanca.
-La casa blanca… ¿Te refieres a esa de ahí?-dije, señalando a la casa blanca más cercana a mí.
-Sí… No veo otra casa blanca por los alrededores… ¿Que problema hay?
-¿Problema? Ninguno-contesté yo-. Es, simplemente que esa casa blanca es mi casa.
-¿Enserio?-preguntó, risueño.
-Enserio-contesté.
Nos reímos los dos al unísono.
Entonces empezó a llover a cántaros.
Diego se quitó su camisa y se quedó en camiseta de tirantes, haciendo como un pequeño paraguas con su camisa azul a cuadros.
-¡Corre!-gritó mientras me guarecía de la lluvia junto a él debajo de su camisa.
Nos refugiamos debajo de su casa.
-¡Uff, estoy empapada!-comenté yo.
-Y yo... Entra a mi casa, te cambias y esperas a que se pase la tormenta-dijo, acto seguido de que retumbara el suelo a causa de un trueno enorme.
Dudé unos instantes, pero al final asentí.
Diez minutos más tarde estaba en el baño de la habitación de mi amigo. Me dispuse a cambiarme y cuando vi la camiseta que me había preparado Diego, tenía mis dudas de que no se me cayese de lo grande que era. Me sequé un poco el pelo y salí.
Diego me esperaba sentado en su cama, guitarra en mano. Era verdad que estaba en su casa, pero no se que afición tenía este chico a ir con el pecho descubierto. Pero yo no tenía ningún problema, no estaba nada mal el chaval.
De repente, me sentí desnuda.
Él me miró de arriba a bajo, parecía que le gustase. Sentía como me sonrojaba, así que decidí no pensar en ello.
-¿Tocas? La guitarra quiero decir...-dije. Estupendo Inés, pensé,
-Ven,siéntate que te toco algo-dijo risueño.
Obedecí. Me senté intentando que no se quedara nada al descubierto con la camiseta que me había dejado Diego, pues me venía extremadamente corta.
Empezó a entonar una melodía. Sus dedos se movían grácilmente por el instrumento. Era muy bonita esa canción.
Se quedó mirando mi cara de embobada. Me dijo algo, pero no le entendí.
-¿Cómo?
-Que si tú tocas algún instrumento-se rió.
-Bueno... Si cuenta la flauta dulce del colegio...
Nos reímos los dos.
-¿Quieres que te enseñe a tocar la guitarra?
Asentí con la cabeza.
Él se colocó detrás de mí. Me puso la guitarra en mi regazo y cogió mis manos para posicionarlas en las cuerdas de ésta. Le miré. Estábamos muy cerca el uno del otro. Sentía como si cada vez mi tiraran de un hilo y me obligase a acercarme a él.
Nuestros labios se rozaban. Nuestra respiración era pausada. Cuando estábamos a punto de besarnos un trueno aterrador hizo que se fuera la luz.
Chillé como una tonta. Luego me arrepentí.
Diego no paraba de reírse de mí.
-Voy a por una linterna, una vela o algo para que no te asustes, ¿vale?-me susurró al oído.
-Vale-conseguí murmurar
-Espérame aquí, no tardo-me dijo mientras se levantaba de la cama.
Minutos después, alguien llamó al timbre. No una, ni dos, tres veces.
-¡Inés, abre tú, que yo ahora no puedo!-me chilló, de a saber dónde.

jueves, 7 de julio de 2011

CAPÍTULO SEIS.

Pleno mes de mayo, un sol de justicia, y yo salía de la pista de atletismo. Correr me relajaba. Era mi vía de escape. Solo tenía que esforzarme para llegar a la meta. Ponerle ahínco. Saltar todos los obstáculos para llegar a un fin. Y hacerlo lo mejor posible. Y luego, ¡plof! Si lo hacías bien, perfecto y si no, no pasaba nada.
Entraba al vestuario. Me quité la ropa y entré a la ducha. Nadie sabía lo bien que sentaba una duchita fresquita después de haber corrido tanto. Sabía a gloria.
Media hora después, recogía mi bolsa y los libros que había traído para intentar estudiar por si Felipe me dejaba, pero había sido en balde. Cursaba primer curso de bachiller. Me jugaba mucho con las notas y aprovechaba cualquier rato para echar una ojeada a los libros.
Felipe es mi entrenador. Es muy majo y enrollado, además me dice que tengo madera para esto, pero en cuanto pisamos la pista de atletismo, no hay nadie que le pueda hacer cambiar de parecer.
Cuando salía por la puerta principal, tropecé con algo. Parecía un testigo. Menos mal que la persona que había delante de mí fue lo bastante rápida como para cogerme antes de que yo cayese.
-Oh, vaya. Lo… Lo siento. ¿Estás bien?-conseguí tartamudear.
El chico que milagrosamente me había cogido consiguiendo que no me cayera de morros era alto, me sacaba dos cabezas, por lo menos. Una tez blanca Tenía el pelo rubio natural, una nariz grande, pero no fea; unos ojos grandes también, y de un azul tan intenso y bonito, que te daba respeto mirarle fijamente.
-Yo estoy perfectamente, gracias. ¿Pero eso no te lo debería decir yo?-dijo sonriendo-. ¿Te has hecho daño?-prosiguió más serio.
-Pues... Hem... La… La verdad…-¿pero que estaba haciendo? ¿Por qué me comportaba tan rara delante de él? Pero si solo es un tío, a la mínima me hará daño como Erik. Sí, era muy guapo, pero… ¿Ese era el motivo? No estaba muy segura. ¿Y yo era esa que se iba a comer el mundo?-La verdad es que no lo sé-conseguí decir con un poco más de determinación mientras aún estábamos cogidos.
-Ah, eso está muy bien-dijo, con cierto tono de ironía-. Creo que no nos hemos presentado. Me llamo Diego. Soy nuevo en el vecindario y... Bueno, me gustaría apuntarme a atletismo. Por lo que veo, tú corres también, ¿no?-me dijo, cuando vio mi bolsa de hacer deporte que llevaba el nombre del complejo deportivo.
-Cierto.
-Bueno, me preguntaba si querías ir a tomar un café a la cafetería de aquí al lado conmigo y me explicas de que va todo esto. ¿Que te parece?
Mi conciencia estaba dividida en dos, cosa que no era muy agradable. Una parte me decía que yo no conocía de nada a ese tal Diego y que no me tenía que fiar de él, porque no sabía nada de éste. Otra parte me decía que esta era una buena oportunidad de olvidarme del iluso de Erik que no me hacía ni caso. Además, pensaba que con Diego me lo pasaría bien. Había un poco de feeling entre nosotros dos.
Decidí hacer caso omiso a la primera opción y dejarme llevar.
-Me parece fantástico, un café no me vendrá nada mal. Pero no puedo tardar mucho porque tengo que estudiar, ¿de acuerdo?
-Me parece bien-contestó él.
-Ah, una cosa más
-Dime.
-Llámame Inés-dije yo, sonriendo.

miércoles, 6 de julio de 2011

CAPÍTULO CINCO.

Cuando salí de la ducha, me envolví en mi toalla, fui directa al congelador para servirme un cuenco de helado de leche merengada, que sería lo único que mínimamente me animaría en esos momentos.
Me senté en el sillón a hacer “zapping” en la tele mientras comía el helado.
Cuando ya iba por el tercer cuenco de helado y me había tragado todos los anuncios de la tele tienda decidí llamar a Erica, a ver si ella me animaba un poco más.
"El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura, por favor…“ Genial-pensé-, ahora la señorita se va a dormir con el teléfono apagado. ¿No sabe que puede pasar alguna catástrofe y ella ni enterarse por estar dormida? Aunque, bien pensado, ocurriría alguna catástrofe si la despertara a estas horas.
Suspiré.
Eran las 4:30 de la madrugada y hacía más de dos horas que no podía dormir. En más de una semana no había visto a Erik, once días, para ser exactos. Encima, cuando lo vi se estaba magreando con María.
Intenté borrar lo más pronto que pude esa imagen de mi cabeza.
Al día siguiente, celebró su décimo sexto aniversario y, como no, yo no estaba invitada, aunque casi lo preferí. Días después, entre en el tuenti y vi las fotos que había subido María. Era una verdadera pena que su querido novio no tuviese tuenti y no pudiese ver las fotos donde salía tonteando con todos los tíos de la fiesta. Patético.
Entonces, vi que alguien me estaba hablando por el chat. Era Erica. Me decía que estaba indignada y muy triste. Erik era lo que más quería en el mundo y no quería verlo sufrir, así que le enseñó las fotos de la fiesta que subió al tuenti, y discutieron. Erik decía que dejara de inventar cosas donde no las había porque según él, María es muy cariñosa con todo el mundo y que estaba sacando las cosas de contexto. Y que no tenía derecho a que si ya no le cayera bien desde un principio pagarlo con su relación
No sé que narices le había hecho María a Erik, porque aunque no fuera un hacha en los estudios sí era inteligente. No soportaba esa situación.
Moví la cabeza, indignada. “Inés, vuelve al mundo real-pensé. Sí, me hablaba a mí misma, un síntoma de locura-, deja de pensar tanto en Erik, al fin y al cabo, solo sirve para ponerme más triste.”
Me he cansado. Me he cansado de esperarle. Tan bien y feliz que está él con su novia, ¿no puedo estarlo yo también? Así todos contentos, ¿no? Basta de lamentaciones. Basta de comidas de cabeza.
Tengo dieciséis años, me llamo Inés y me pienso comer el mundo.

domingo, 3 de julio de 2011

RECOMENDACIONES :)

Buenas noches bloggeros!
Como es verano y tengo muuuuuuuuuuuucho tiempo libre, he pensado en dejaros algunos títulos de obras que a mi me gustan, mucho; y muchas son desconocidas por bastante gente.
Aquí van:

1.MEMORIAS DE IDHÚN.
Es una fascinante trilogía que trata de una serie de acontecimientos fantásticos que afectará a dos mundos: la Tierra e Idhún. En éste último mundo viven seis razas (sangrecaliente) en relativa armonía: humanos, celestes, féericos, varu, gigantes y los yan. Existen también especies semidivinas: unicornios, dragones y sheks (serpientes aladas). Los sheks (y con ellos los szish, sus fieles aliados), fueron exiliados y casi extintos por los dragones tiempo atrás pero un mago infinitamente poderoso, Ashran el Nigromante, utilizó su magia combinada con la de los dioses para provocar una conjunción astral de los tres soles y tres lunas de Idhún para traer a los sheks de vuelta y exterminar a dragones y unicornios. De este modo, podrá implantar su dominio sobre las seis razas sangrecaliente con ayuda de los sangrefría (szish), ya que una profecía afirmaba que serían un dragón y un unicornio quienes causarían su caída. En esta trilogía no faltan la amistad, el desengaño la guerra y el amor, mucho amor.
Está compuesto por tres libros: La Resistencia, Triada y Panteón.
La autora de esta fantástica novela es Laura Gallego, paisana de Gandía.

2.CAZADORES DE SOMBRAS.
Su autora es Cassandra Clare. Todo empezó cuando Clary fue a la discoteca Pandemónium y descubrió como una panda de amigos cazaban a un demonio. A partir de ahí, juntos Clary, Jace, Isabelle y Alec, lucharon contra los demonios y Valetine, un cazador de sombras muy peligroso.
Esta compuesto por: Ciudad de Hueso, Ciudad de Ceniza, Ciudad de Cristal y Ciudad de los ángeles caidos.

3. TRES METROS SOBRE EL CIELO. (Antes que penseis nada, si lo creeis saber todo porque habeis visto la película, estais equivocados, el libro le da 1.000 patadas! Lo siento si parezco chulita, pero me fastidia mucho...)
Su escritor es Federico Moccia, y cuenta una historia de amor entre Babi, una niña pija de Roma y Steph, el chulito del barrio que siempre está metido en peleas pero que gracias a Babi, sacará el mejor lado que hay en él.
Tiene segunda parte, se llama Tengo ganas de ti, muy buen libro, me encanta. Le da un giro de 180º a la historia.

Dicho esto, paz, y sed felices.

sábado, 2 de julio de 2011

CAPÍTULO CUATRO.

En ese instante, estaban pasando ante mí todos los momentos que habíamos compartido María y yo en el campamento. Me sentía sola. Sola por haber perdido ese único apoyo que tenia en el campamento.
-¿Cómo he podido estar tan ciega?- me sorprendí murmurar mientras lloraba desconsoladamente.
“Menos mal que nadie me ha visto, porque me moriría de la vergüenza”, pensé. No lloraba porque mi mejor amiga, o lo que fue antes, me hubiera traicionado, si no que lloraba de rabia por haberme dejado engañar. En el fondo, sabía porque lo había hecho. Ella siempre ha querido ser más que los demás, siempre ha querido tener lo mejor y apartar a los demás de sus objetivos, sin apenarse si hacía lo correcto. En el fondo, sabía que se había enfadado por no hacerle caso y seguir encaprichada con Erik.
Puede que me sintiese sola, pero estaba acostumbrada a ello, y no me apenaba en realidad otro fallo de otra amiga, estaba acostumbrada.
Pero no me parecía justo que me hubiese estado manipulando de esa forma para al final acabar ella con Erik, el sueño de mi vida; ella sabía que no tardaría en decirle lo que sentía por él y tenía miedo, por eso hizo lo que hizo.
De repente, oí paso detrás de mí. Corrí a enjuagarme las lágrimas, no quería que nadie me viese así. Cuando estaba justo detrás de mí paró.
-Mi hermano puede ser extremadamente zoquete en cuestiones del amor y no darse cuenta de lo que tiene delante, ¿verdad?-dijo, con una voz muy dulce.
-¿Erica?-dije, girándome levemente para mirarle a la cara.
-La misma que viste y calza-me dijo sonriente, mientras se sentaba junto a mí en el muelle.
Conocía a Erica desde que me llega la memoria, al igual que Erik. Aunque les conociera de toda la vida, solo los conocía de vista, de haberlos visto alguna vez por el colegio y después por el instituto y por el barrio. Gracias al campamento, había podido conocerlos más a fondo, sobretodo a Erik hasta el punto de enamorarme.
Con Erica no había tratado mucho porque como había estado más con María y ellas no se llevaban bien, no la había llegado a conocer en el campamento, ya que era una oportunidad muy buena.
Ahora que la miraba detenidamente, Erica era guapa, muy guapa. “Normal-pensé-¡es la hermana gemela de Erik, tonta!”.
Hubo un breve silencio cuando Erica preguntó:
Y tú Inés, ¿cómo estás?
-Yo…-dije, cabizbaja- No lo sé…
Entonces me giré y miré a Erica. Su semblante parecía preocupado.
De repente, atisbé una pequeña sonrisa en sus labios mientras me tendía la mano.
-Inés, ¿hace un paseo en barca por el lago?
Yo la miré con desconfianza, aunque luego pensé, ¿por qué no?
Entonces, le cogí la mano y fuimos en pos de la barca.