jueves, 14 de julio de 2011

CAPÍTULO OCHO.

Salí a tientas de la habitación, pues todo estaba muy oscuro.
Las probabilidades de caerme eran directamente proporcionales a las veces que tocaran el timbre, pues me ponía histérica; estaba “tocando” la canción de La Cucaracha con él.
Al fin pude encontrar el pomo de la puerta, y la abrí, lentamente.
Nunca, y cuando digo nunca es nunca, podría llegar a imaginar que Erik, nada más y nada menos que él, estaba llamando a la puerta. Mira que intentaba olvidarme de él por todos los medios, pero siempre lo tenía alrededor.
-Oye tío, ¿por qué tardabas tanto? Estoy ca…-dijo Erik, seguida de su cara de asombro-. ¿Inés? ¿Qué haces tú aquí?-preguntó, mirándome de arriba abajo, sorprendido.
-Yo… Eh…-no supe que decir. Seguramente si le decía que había venido a casa de Diego para guarecerme de la lluvia, no se lo creerá gracias a mi atuendo y a mis mejillas sonrojadas.
Entonces, por arte de magia, apareció Diego, sin camiseta como antes y sujetando una vela encendida.
-¡Eh, primo! ¿Que haces tú por aquí?-dijo Diego.
¡¿Primo?!
-Venía a saludar, pero si interrumpo algo...-dijo Erik, dudoso.
-¡Pero que vas a interrumpir hombre! Venga, pasad los dos al salón mientras yo busco más velas que encender. No os tropecéis, ¿eh?
Instantes después, estábamos los dos en el sofá del salón de casa de Diego.
-No sabía que Diego y tú fueseis primos-comenté yo.
-Ni tú que conocieras a mi primo-me contestó, con cierto tono de reproche.
-Hay muchas cosas de mí que no sabes…-murmuré.
Creo que jamás había estado tan incómoda. Estaba en una habitación a la luz de las velas con el chico del cual me había enamorado hace dos años y, sin lugar a dudas, aunque lo negara, seguía sintiendo cosas por él. Y Erik estaba tan sumamente guapo con la luz de las velas…
Pero no debía pensar eso. Puede que siguiera queriéndolo, pero e tenía que olvidar de él, ya que tenia novia y a mi me ignoraba.
-¿Cómo te has hecho esto Inés?-dijo Erik, señalando a mi muñeca.
-¿Esto? No sé, creo que me he girado la muñeca cuando me cambiaba en le vestuario del atletismo.
Entonces me cogió la mano y estuvo girándola suavemente.
-¿Si hago esto, te duele?-preguntó él, mientras seguía moviendo mi mano.
-¡Oh, sí!-exclamé.
-¡Lo siento!-dijo-Por lo poco que sé, tiene pinta de esguince, pero será mejor que vallas al médico.
-¿Enserio?-pregunté, horrorizada. Estaba de exámenes finales, y no me apetecía tener un cabestrillo.
-Si quieres, cuando amaine la tormenta, te acompaño.
-Muchas gracias Erik… No pienses que soy una maleducada, ¿pero y esa amabilidad repentina?
Hubo un breve silencio.
-Sí, tienes razón… Creo que intento buscar cualquier cosa para no tener que pensar en María...-susurró, cabizbajo- Me ha dejado-prosiguió, mientras una lágrima se le escapaba de los ojos.
Era la primera vez que veía a Erik llorar. Siempre parecía tan duro y seguro de sí mismo…
No pude resistirme a la idea de abrazarle, así que le abracé. Muy fuerte. Y él me correspondió.
-Lo siento mucho Erik…-conseguí murmurar-¿Cómo ha sido eso?
-Me ha dicho que se merecía algo mejor. La verdad, no sé que le he hecho para merecerme algo así-dijo, medio sollozando.
Entonces, se separó de mí y me miró. Me tiró el mechón de pelo que tenía en los ojos y, poco a poco, se iba acercando a mi.
¿Porqué cuando te hacen falta no existes para ellos y cuando tú quieres que no existan, van hacia ti?-pensé.
-Para, para… ¿Qué haces, Erik?-le dije, mientras empujaba mis manos suavemente sobre sus hombros.
-¿Cómo que qué hago?-preguntó, sorprendido-Tu me gustas, yo te gusto. Aquí nadie nos puede molestar. ¿Por qué no, Inés?
Tarde-pensé-, ahora es demasiado tarde.
-¿Cómo que nadie nos puede molestar? ¿Que hay de Diego?
-Bah, él no nos molestará, créeme-dijo Erik, restándole importancia.
Si tú supieras-pensé yo.
Erik se volvió a acercar más rápido que antes,. Pero yo le conseguí esquivar.
-¿Has estado bebiendo, Erik?-pregunté, mosqueada.
-Solo han sido un par de quintos.
-Sí claro, un par detrás de otro. Así no Erik, así no se hacen las cosas.
No aguantaba más esta situación. Ya no llovía tanto, así que subí al piso de arriba, a la habitación de Diego a cambiarme. Aun estaba la ropa un poco húmeda, pero me daba igual.
Me despedí de Diego, que estaba abajo esperándome, aunque no le hice mucho caso.
Ahora mismo lo que quería era llegar a mi casa, poner mi CD de Dani Martín y llamar a Erica.

2 comentarios:

  1. Hola he visto tu enlace en el tuenti ^^
    E empezado a leer la historia y me a sorprendido francamente. Es muy directa y clara, sobre todo me fascina el personaje de Erik de veras.
    Me hago seguidora pero sigue escribiendo por favor.
    Pasate por mi blog haber que opinas que yo tambn escrbo son solo dos capitulos epro bueno XDXDXD
    www.hebeysublog.blogspot.com

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias, me alegra que te guste, de veras.
    No te preocupes, seguiré escribiendo hasta el fin de mis dias... JAJA
    En cuanto tenga un poquito más de tiempo me paso por el tuyo, ¿vale?

    ResponderEliminar