sábado, 1 de octubre de 2011

CAPÍTULO TRECE.

Entré a clase a tiempo por los pelos. Nos tocaba matemáticas y el profesor Ricardo siempre llegaba tarde. Tuve mucha suerte porque al sentarme en mi pupitre apareció él en clase.
Erik estaba muy tenso y callado, y eso me asustaba más que si me estuviera acribillando a preguntas.
El profesor Ricardo empezó la clase y todo transcurría con normalidad, con demasiada normalidad.
No pude resistirme en mirar a Erik un par de veces de soslayo, parecía ausente. Es verdad que estábamos en clase de matemáticas y eso era lo más normal del mundo, pero no parecía él.
Cuando el profesor al fin acabó de explicar-cierto era que no le presté mucha atención- le mandé una nota a mi compañero de pupitre preguntándole que le pasaba.
Él tardó en responderme, y eso aún hacía que me pusiera más nerviosa de lo que estaba.
-Estoy muy rallado-me contestó al fin.
-¿Por qué?-proseguí.
Tardó en responderme, otra vez. Parecía indeciso, aunque yo estaba casi segura de lo que me iba a decir, pero no quería pensar en ello.
-¿Por qué te fuiste ayer tan de repente de casa de mi primo?-Tenía cosas que hacer.
-Mientes.
-No, no miento, tenía que estudiar.
-Entonces, si tenías que estudiar, ¿qué hacías en casa de mi primo?
-¿A caso es esto un interrogatorio, Erik?
-Puede.
-Entonces no pienso contestarte-
dije, volviendo a mis tareas de matemáticas.
Estaba mosqueada, realmente mosqueada. Quien se cree que es, ¿mi padre? No tiene ningún derecho en preguntarme las cosas que me estaba preguntando ni protestar por con quien iba o dejaba de ir.
Hacía muchos años que estaba enamorada de él, Erik lo sabía y pasaba olímpicamente de mí. Ya era hora de que probara el sabor de su propia medicina.
Pasaron dos horas más y Erik me empezó a escribir.
-Lo siento Inés.
-Me alegro-
contesté, aún malhumorada.
-¿Estás enfadada?
-Sí.
-Lo siento de verdad, no debería de haberte dicho todo eso… Supongo que me sentí algo extraño de que estuvieras en casa de mi primo, con la luz apagada, él sin camiseta y tú con la suya.
-¿Estás insinuando algo?-
dije. Realmente me estaba sacando de mis casillas.
-No, no. Es solo que… Puede que estuviera un poco celoso.
-¿Celoso por qué?
Le miré, y estaba muy serio mirando el papel, con las mejillas encendidas y manos temblorosas.
-Celoso porque te quiero.Genial, y ahora me dice que me quiere. Después de todos estos años esperando a que me lo dijera y, ahora que creía por fin haber encontrado a alguien que sintiera eso mismo por mí y yo por él, va y me dice que me quiere.
Ahora él se merece que le de calabazas, decirle que es un idiota, que es demasiado tarde e irme con Diego. Pero si le dijera todo eso, me estaría mintiendo a mí misma, porque yo realmente sentía algo por él, son demasiados años queriéndole. Demasiados esperándole. Esperando su sonrisa. Esperando sus caricias, sus besos, sus abrazos, sus carantoñas. Me gustaría decirle que es demasiado tarde, que nuestro amor es imposible, que se busque a otra que le aguante sus tonterías de niño inmaduro, pero me siento incapaz de decírselo, porque yo a él también le quiero.
-¿Estás seguro de eso?
-Completamente.
-¿Entonces por qué ayer estabas medio borracho y fumado lamentando que te hubiera dejado María?
-Ayer no estaba “medio fumado y borracho” como dices tú. Estaba muy borracho y muy fumado, no sabía a ciencia cierta lo que decía. Yo estoy enamorado de ti desde hace ya mucho tiempo, pero no sabía como decírtelo ni como decírselo a ella.
Aún no se como, pero me lo creí.
-Entonces si no sabías lo que decías a lo mejor me dijiste que me querías por qué sí, sin hacerlo de verdad.Entonces sonó la campana, indicando que debíamos bajar al patio y todo el mundo se levantó de su pupitre, con prisas para dejar a un lado la clase y descansar.
Yo hice ademán de levantarme, pero Erik me cogió la muñeca, impidiéndomelo.
-No te lo crees, ¿verdad?-me dijo.
-No-dije yo, no muy convencida de lo que decía.
Entonces todo ocurrió muy rápido, demasiado. Él, aún sujetándome la mano, se acercó a mí y me beso.
Fue un beso breve, dulce, pasional y, sin duda alguna, con muchas ganas.
Entonces, se separó de mí, me miró a los ojos y me dijo:
-Sí Inés, te quiero y no sabes tú cuanto.
Hora del recreo. Hora de comida y cotilleo.
Y así fue. Nada más salí, todos mis “queridos” compañeros me acorralaron y preguntaron quien era ese que me había traído en coche hasta el instituto, si era mi novio, como se llamaba, si llevaba bóxers o slips… ¡Hasta me preguntaron su talla de calzoncillos! Sí sí, no bromeo, me preguntaron eso literalmente. De hecho, fue Marta.
Marta es de las típicas personas que van al instituto para pasar el día o porque sus padres la obligan. Ella no hace absolutamente nada durante las clases, solo agacha la cabeza y se duerme- hubo una vez que se pasó tres horas con el mismo libro en la mesa-. Eso sí, cuando hay algún tipo de jaleo parece como si le dieras al botón de reset, despertara de su sueño y se le desplegara una antena invisible-como las de las radios antiguas- porque no se pierde lujo de detalles de todo aquello que pasa a su alrededor.
Estaba a punto de estallar y enviarlos a todos a freír espárragos pero de repente, emergió una mano misteriosa desde fuera del corro que me habían hecho para su particular rueda de prensa que me cogió del brazo hacia sí y me hizo correr. Era Érica, que había venido a salvarme.
-¡Luego os la devuelvo!-les chilló mi amiga cuando ya estábamos lo suficiente lejos para que no nos oyesen.
Nos sentamos en los bancos que había en el patio del recreo.
-Gracias-dije, jadeante, pues Érica no había cosa que se le diera mejor que correr y escabullirse. Es una gran atleta.
-De nada-contestó, cortante.
-¿Te pasa algo Eri?-pregunté.
-No no, nada. ¿Ese con quien venias en coche esta mañana era Diego, verdad?
-Sí… ¿Por qué lo dices?-pregunté yo. Sabía que había algo que no iba nada bien.
-No, por nada. Porque parece que tengas cierta obsesión con mi familia, ¿no crees?
No lo entendía. No entendía el porque de su comportamiento. No entendía porque estaba tan molesta conmigo.
Cuando iba a replicarle sonó de repente el interfono de la secretaría llamándome y diciéndome que me presentara allí.Érica decidió acompañarme así que caminamos hacia la salida del patio del recreo, haciendo caso a miradas indiscretas dirigidas a nosotras.
Cuando llegamos allí, había un muchacho sentado en la butaca al que no le podía ver la cara, pues se la tapaba el periódico que estaba leyendo.
Cuando oyó mi nombre, dejó el periódico que tenía en las manos sobre una mesita de cristal que tenía al lado y se levantó.
No me lo pude creer. ¿Por qué había venido Diego a buscarme a la hora del recreo?
-Hombre sobrina, pensé que no llegabas nunca-me dijo. Eso me desconcertó bastante. ¿Por qué me llamaba sobrina?- Será mejor que nos demos prisa y no hagamos esperar al médico, ¿no?
Entonces, instintivamente miré a Érica. Ella estaba tan desconcertada o más que yo. Entonces movió la cabeza, leve, como despertada de una ensoñación y me hizo un gesto con la cabeza dándonos a entender que nos cubriría.
-Eh… Sí sí, claro-conseguí murmurar, al fin.
-Entonces será mejor que no perdamos más tiempo. Adiós bonita-dijo, dirigiéndose a su prima.
Mi “tío” me cogió la mano y salimos hacia su coche.
-¿Se puede saber que mosca te ha picado?-dije cuando estábamos lo suficientemente lejos para que nadie nos pudiera oír, soltándome de su mano precipitadamente.
-Lo siento pequeña, tenía ganas de verte y esta tarde me voy de viaje con mis padres, así que es la única oportunidad que tenemos para estar solos. Además, te quiero enseñar un sitio muy especial para mí. Si no hubiera sido un caso de vida o muerte, no te hubiera sacado del instituto, de veras.
-¿Cómo que te vas? ¿Hasta cuando? ¿Por qué?-dije yo, intentando reprimir lai nota de histeria en mi voz, aunque no sin éxito.
-Tranquila, todo tiene su explicación. Cuando lleguemos al sitio que te quiero llevar te lo explicaré todo-me dijo, sin antes soltar una risa leve, aguantándome la puerta de su Mercedes para que pudiera entrar.
No pude evitar pensar lo guapo que era mientras pasaba delante de mí, y las mejillas se me encendieron.
-¿Y dónde me vas a llevar?-le pregunté, cuando íbamos de camino.
Él me miró, pícaro, y me guiñó un ojo.
-No te lo voy a decir, es una sorpresa.

2 comentarios:

  1. haver si no tardas tanto en sacar los capitulos

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  2. por favor saca ya el otro capituloo !! estoy ansiosaa !! x ciiertoo.. se qiien erees.. ivaa cntiigo al mismoo instiitutO! :) tu bloog es geniaL! un besazO(L)

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