-Que sí mamá, volveré pronto, no te preocupes.
-Ay Inés, no me dejas tranquila.
-¡Jolín mamá, parece mentira que no confíes en nosotros!
-Cariño, no lo digo por eso…
-Entonces, ¿por qué lo dices, mamá?
-Pues porque no quiero poner en ningún compromiso a los padres de Erica…
-Por eso no te preocupes, me ha dicho Erik que hasta la semana que viene no vendrán a su casa porque están de viaje o no se qué, y además, los ha llamado y nos han dicho que mientras no armemos follón, no tienen ningún problema.
-Vale, pero piensa que tienes que volver a casa sola, y ya sabes que por esas callejuelas hay muy poca iluminación…
-Dile a tu madre que mi hermano y yo te acompañamos-me dijo Erica, que no perdía detalle de la conversación. Ella es la gemela de Erik, y también mi mejor amiga.
-Mira mamá: Primero, me sé cuidar solita y segundo, los gemelos me acompañan hasta casa, ¿contenta?
-Pues sí hija, la verdad es que me quedo más tranquila, pero…
-Me alegro madre-solo la llamaba así cuando estaba enfadada con ella-. Volveré a la hora de cenar-y colgué, mosqueada con ella, como era habitual.
-Jo Inés, tampoco era para tanto, estaba preocupada-me dijo él desde la cocina.
-Cállate Erik, tu no sabes lo pesada que es-le dije sacándole la lengua.
-¿Sabes Inés? Te queda muy bien mi ropa, ¿verdad hermanito?
-Pues sí, estás muy sexy con la faldita.
-Bah, seguro que exageráis-contesté cohibida y evitando sonrojarme.
-No, no exageramos-me dijo esbozando esa sonrisa torcida y socarrona que me encanta-¡Qué aproveche!-dijo, poniéndome un plato de macarrones delante mía.
-¡Qué buena pinta! ¿Lo has hecho tú, Eri?
-No, lo ha hecho mi hermano.
De repente suena el teléfono y Erik va corriendo hacia él.
-¡Yo lo cojo!-dijo.-¿Diga? ¡Hola, amor!-repuso entusiasmado.
Entonces, Erica al ver mi cara, me miró como si me quisiera pedir perdón
-Será mejor que empiece, sino el plato se me enfriará-murmuré, intentando frenar mis ganas de llorar.
Media hora después, suena el timbre de la puerta mientras Eri y yo nos quedábamos dormidas en el sofá viendo los anuncios de la televisión.
-Esta es la pesada de mi cuñada, seguro-me dijo Erica por lo bajini, seguido de un gran bostezo.
-Hola mi amor, ¿te has olvidado las llaves?-perfecto, ahora le dan un juego de llaves solo para la víbora esa.
-Sí, esque ayer me cambié el bolso y me las he dejado allí.
-Jajaja, que cabeza que tienes. Anda, pasa al salón que allí están Erica e Inés, que yo ahora mismo vuelvo.
-Vale, pero no tardes-oí, instantes antes de que se besaran.- ¡Hola chicas! Cuanto tiempo, ¿eh, Inés?-dijo, sonriendo maliciosamente, como cada vez que me veía.
-Ajá-dije, fingiendo interés en el programa.
-¿Y qué tal te va la vida? ¿Y los chicos? ¿Hay alguna novedad?
-Mi vida es igual de perfecta que la última vez que nos vimos, pero gracias por preocuparte-y me permití el lujo de dedicarle una de mis más falsas sonrisas.
-¡Ya estoy aquí! Cariño, cierra los ojos, por favor.
-Claro, aunque no sé muy bien de que va esto.
-Feliz segundo aniversario, María. Ya puedes abrir los ojos-dicho esto, sacó lo que llevaba escondido detrás de él.
-¡Pero que anillo más hermoso! ¡Te habrá costado un riñón! Pero, espera… ¿se puede saber que celebramos?
-Pero, como, ¿no te acuerdas? Hoy hace dos estupendos años que te conocí en el campamento.
-¡Oh, Erik, eres un cielo! Te amo-todo seguido, saltó del sofá para pasar a sus brazos y fundirse en un beso, como si solo fuesen una sola persona.
En ese momento desearía no estar allí para no tener que recordar todo lo ocurrido hace dos extraños años.
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