sábado, 2 de julio de 2011

CAPÍTULO CUATRO.

En ese instante, estaban pasando ante mí todos los momentos que habíamos compartido María y yo en el campamento. Me sentía sola. Sola por haber perdido ese único apoyo que tenia en el campamento.
-¿Cómo he podido estar tan ciega?- me sorprendí murmurar mientras lloraba desconsoladamente.
“Menos mal que nadie me ha visto, porque me moriría de la vergüenza”, pensé. No lloraba porque mi mejor amiga, o lo que fue antes, me hubiera traicionado, si no que lloraba de rabia por haberme dejado engañar. En el fondo, sabía porque lo había hecho. Ella siempre ha querido ser más que los demás, siempre ha querido tener lo mejor y apartar a los demás de sus objetivos, sin apenarse si hacía lo correcto. En el fondo, sabía que se había enfadado por no hacerle caso y seguir encaprichada con Erik.
Puede que me sintiese sola, pero estaba acostumbrada a ello, y no me apenaba en realidad otro fallo de otra amiga, estaba acostumbrada.
Pero no me parecía justo que me hubiese estado manipulando de esa forma para al final acabar ella con Erik, el sueño de mi vida; ella sabía que no tardaría en decirle lo que sentía por él y tenía miedo, por eso hizo lo que hizo.
De repente, oí paso detrás de mí. Corrí a enjuagarme las lágrimas, no quería que nadie me viese así. Cuando estaba justo detrás de mí paró.
-Mi hermano puede ser extremadamente zoquete en cuestiones del amor y no darse cuenta de lo que tiene delante, ¿verdad?-dijo, con una voz muy dulce.
-¿Erica?-dije, girándome levemente para mirarle a la cara.
-La misma que viste y calza-me dijo sonriente, mientras se sentaba junto a mí en el muelle.
Conocía a Erica desde que me llega la memoria, al igual que Erik. Aunque les conociera de toda la vida, solo los conocía de vista, de haberlos visto alguna vez por el colegio y después por el instituto y por el barrio. Gracias al campamento, había podido conocerlos más a fondo, sobretodo a Erik hasta el punto de enamorarme.
Con Erica no había tratado mucho porque como había estado más con María y ellas no se llevaban bien, no la había llegado a conocer en el campamento, ya que era una oportunidad muy buena.
Ahora que la miraba detenidamente, Erica era guapa, muy guapa. “Normal-pensé-¡es la hermana gemela de Erik, tonta!”.
Hubo un breve silencio cuando Erica preguntó:
Y tú Inés, ¿cómo estás?
-Yo…-dije, cabizbaja- No lo sé…
Entonces me giré y miré a Erica. Su semblante parecía preocupado.
De repente, atisbé una pequeña sonrisa en sus labios mientras me tendía la mano.
-Inés, ¿hace un paseo en barca por el lago?
Yo la miré con desconfianza, aunque luego pensé, ¿por qué no?
Entonces, le cogí la mano y fuimos en pos de la barca.

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