miércoles, 6 de julio de 2011

CAPÍTULO CINCO.

Cuando salí de la ducha, me envolví en mi toalla, fui directa al congelador para servirme un cuenco de helado de leche merengada, que sería lo único que mínimamente me animaría en esos momentos.
Me senté en el sillón a hacer “zapping” en la tele mientras comía el helado.
Cuando ya iba por el tercer cuenco de helado y me había tragado todos los anuncios de la tele tienda decidí llamar a Erica, a ver si ella me animaba un poco más.
"El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura, por favor…“ Genial-pensé-, ahora la señorita se va a dormir con el teléfono apagado. ¿No sabe que puede pasar alguna catástrofe y ella ni enterarse por estar dormida? Aunque, bien pensado, ocurriría alguna catástrofe si la despertara a estas horas.
Suspiré.
Eran las 4:30 de la madrugada y hacía más de dos horas que no podía dormir. En más de una semana no había visto a Erik, once días, para ser exactos. Encima, cuando lo vi se estaba magreando con María.
Intenté borrar lo más pronto que pude esa imagen de mi cabeza.
Al día siguiente, celebró su décimo sexto aniversario y, como no, yo no estaba invitada, aunque casi lo preferí. Días después, entre en el tuenti y vi las fotos que había subido María. Era una verdadera pena que su querido novio no tuviese tuenti y no pudiese ver las fotos donde salía tonteando con todos los tíos de la fiesta. Patético.
Entonces, vi que alguien me estaba hablando por el chat. Era Erica. Me decía que estaba indignada y muy triste. Erik era lo que más quería en el mundo y no quería verlo sufrir, así que le enseñó las fotos de la fiesta que subió al tuenti, y discutieron. Erik decía que dejara de inventar cosas donde no las había porque según él, María es muy cariñosa con todo el mundo y que estaba sacando las cosas de contexto. Y que no tenía derecho a que si ya no le cayera bien desde un principio pagarlo con su relación
No sé que narices le había hecho María a Erik, porque aunque no fuera un hacha en los estudios sí era inteligente. No soportaba esa situación.
Moví la cabeza, indignada. “Inés, vuelve al mundo real-pensé. Sí, me hablaba a mí misma, un síntoma de locura-, deja de pensar tanto en Erik, al fin y al cabo, solo sirve para ponerme más triste.”
Me he cansado. Me he cansado de esperarle. Tan bien y feliz que está él con su novia, ¿no puedo estarlo yo también? Así todos contentos, ¿no? Basta de lamentaciones. Basta de comidas de cabeza.
Tengo dieciséis años, me llamo Inés y me pienso comer el mundo.

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