jueves, 7 de julio de 2011

CAPÍTULO SEIS.

Pleno mes de mayo, un sol de justicia, y yo salía de la pista de atletismo. Correr me relajaba. Era mi vía de escape. Solo tenía que esforzarme para llegar a la meta. Ponerle ahínco. Saltar todos los obstáculos para llegar a un fin. Y hacerlo lo mejor posible. Y luego, ¡plof! Si lo hacías bien, perfecto y si no, no pasaba nada.
Entraba al vestuario. Me quité la ropa y entré a la ducha. Nadie sabía lo bien que sentaba una duchita fresquita después de haber corrido tanto. Sabía a gloria.
Media hora después, recogía mi bolsa y los libros que había traído para intentar estudiar por si Felipe me dejaba, pero había sido en balde. Cursaba primer curso de bachiller. Me jugaba mucho con las notas y aprovechaba cualquier rato para echar una ojeada a los libros.
Felipe es mi entrenador. Es muy majo y enrollado, además me dice que tengo madera para esto, pero en cuanto pisamos la pista de atletismo, no hay nadie que le pueda hacer cambiar de parecer.
Cuando salía por la puerta principal, tropecé con algo. Parecía un testigo. Menos mal que la persona que había delante de mí fue lo bastante rápida como para cogerme antes de que yo cayese.
-Oh, vaya. Lo… Lo siento. ¿Estás bien?-conseguí tartamudear.
El chico que milagrosamente me había cogido consiguiendo que no me cayera de morros era alto, me sacaba dos cabezas, por lo menos. Una tez blanca Tenía el pelo rubio natural, una nariz grande, pero no fea; unos ojos grandes también, y de un azul tan intenso y bonito, que te daba respeto mirarle fijamente.
-Yo estoy perfectamente, gracias. ¿Pero eso no te lo debería decir yo?-dijo sonriendo-. ¿Te has hecho daño?-prosiguió más serio.
-Pues... Hem... La… La verdad…-¿pero que estaba haciendo? ¿Por qué me comportaba tan rara delante de él? Pero si solo es un tío, a la mínima me hará daño como Erik. Sí, era muy guapo, pero… ¿Ese era el motivo? No estaba muy segura. ¿Y yo era esa que se iba a comer el mundo?-La verdad es que no lo sé-conseguí decir con un poco más de determinación mientras aún estábamos cogidos.
-Ah, eso está muy bien-dijo, con cierto tono de ironía-. Creo que no nos hemos presentado. Me llamo Diego. Soy nuevo en el vecindario y... Bueno, me gustaría apuntarme a atletismo. Por lo que veo, tú corres también, ¿no?-me dijo, cuando vio mi bolsa de hacer deporte que llevaba el nombre del complejo deportivo.
-Cierto.
-Bueno, me preguntaba si querías ir a tomar un café a la cafetería de aquí al lado conmigo y me explicas de que va todo esto. ¿Que te parece?
Mi conciencia estaba dividida en dos, cosa que no era muy agradable. Una parte me decía que yo no conocía de nada a ese tal Diego y que no me tenía que fiar de él, porque no sabía nada de éste. Otra parte me decía que esta era una buena oportunidad de olvidarme del iluso de Erik que no me hacía ni caso. Además, pensaba que con Diego me lo pasaría bien. Había un poco de feeling entre nosotros dos.
Decidí hacer caso omiso a la primera opción y dejarme llevar.
-Me parece fantástico, un café no me vendrá nada mal. Pero no puedo tardar mucho porque tengo que estudiar, ¿de acuerdo?
-Me parece bien-contestó él.
-Ah, una cosa más
-Dime.
-Llámame Inés-dije yo, sonriendo.

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